En el post de hoy me propongo reflexionar sobre algo que vivimos como muy natural y normal: el trabajo en relación de dependencia.
¿La dependencia es para vos?
Por un lado, si analizamos la expresión en sí misma ya podemos empezar a sacar algunas conclusiones… “relación de dependencia”.
Alguien depende de alguien, si yo trabajo en relación de dependencia significa que: ¿“dependo” de mi empleador?, y el empleador podría ser una persona o una empresa.
Mirando la otra cara de esa moneda, alguien podría decir exactamente lo contrario, la empresa o mi Jefe empleador, dependen de mí, y probablemente esto también sea cierto en algunos casos, por lo menos hasta cierto punto.
En cualquier caso:
¿Sería posible “no depender”?
¿No sería preferible una relación de ”independencia” o de “interdependencia”?
La realidad es que la mayoría de las personas son adiestradas y eligen esta forma de trabajo, pero no siempre entendemos cabalmente lo que esta decisión implica.
Durante casi todo el siglo XIX, en Argentina, existió la papeleta de conchabo, que era un documento de uso obligatorio para todos los no propietarios en edad de trabajar en las zonas rurales de nuestro país.
Era otorgada por los propietarios de estancias, y acreditaba que el peón que la portaba estaba empleado a sus órdenes.
Las autoridades civiles, militares o policiales estaban autorizadas a exigir su presentación, y en caso de no ser presentada, podían detener y castigar al infractor como vago.
La condena prevista por vagancia era el servicio de las armas en los ejércitos de línea durante varios años; en caso de que el infractor no gozara de las condiciones de salud requeridas para el servicio militar, era condenado a la realización de servicios públicos sin sueldo por el doble de los años previstos.
Los destinatarios de esa medida eran los gauchos, habitantes de las zonas rurales argentinas, a los que se pretendía de esta manera forzar a someterse a relaciones de trabajo asalariadas.
El objetivo ulterior era abaratar la mano de obra en las tareas rurales –esencialmente ganaderas– y evitar el merodeo de los gauchos por las estancias, con el consiguiente robo de ganado.
Aparentemente la historia nos cuenta que para escapar de un mal mayor, quizás en aquella época, se buscaba entrar en “relación de dependencia”.
Hoy la situación es diferente muy diferente.
Falsa sensación de seguridad
Sin embargo, la gran mayoría sigue eligiendo la relación de dependencia por sobre otras formas para generar ingresos y construir un futuro de seguridad económica.
La relación de dependencia crea una aparente sensación de estabilidad y seguridad.
Al permitir a la persona organizar sus patrones de consumo en base a la previsibilidad que usualmente existe respecto al sueldo a recibir a fin de cada mes.
Esta es una “falsa seguridad”.
Ya que en el mediano y largo plazo puede transformarse en un boomerang para muchos cuyas carreras profesionales comienzan a declinar al verse superados por personas más jóvenes y con mejores aptitudes o que manejan mejor la tecnología.
O simplemente porque aspiran a un salario menor y esto permite a la empresa bajar sus costos laborales, dejando ir al trabajador de mayor antigüedad y reemplazándolo por otro más joven.
Bajo este lamentable escenario, más común de lo que nos gustaría reconocer.
La persona afectada pasa de “seguridad” a “incertidumbre” en un instante y sin demasiado control de la situación.
De hecho, ese es uno de los aspectos más criticables a esta modalidad laboral.
No controlamos nuestro avance ni remuneración, salvo por la vía indirecta de destacarnos en nuestro desempeño, pero no siempre nuestros esfuerzos son reconocidos como nosotros pensamos que lo merecemos.
¿Cómo sería poder trabajar en una actividad que dependa el 100% de nuestro esfuerzo y por la cual podamos manejar nuestra remuneración y decidir si queremos ganar más?
Esto es posible.
Es posible dedicarnos a una actividad que dependa solo de nosotros
Pero no suele ser algo que el empleado promedio en relación de dependencia se plantee.
La pregunta aquí sería: ¿por qué no se lo plantea?
Voy a dejar la pregunta abierta e invito a aquel que nunca se planteo otra posibilidad laboral, que se auto-indague para entender el por qué detrás de esta decisión…
Claramente, existe en lo inmediato una percepción de riesgo mayor para alguien que decide:
- emprender por cuenta propia,
- arrancar un negocio,
- o ejercer su profesión de modo independiente…
Ya no tiene la “tranquilidad” de saber que a fin de mes recibirá un sueldo determinado que le alcanzará para cubrir todos los gastos que su estilo de vida conlleva.
Pero, si logramos mirar un poco más adelante, al mediano y largo plazo, quien decide emprender por cuenta propia, está sujeto a otro tipo de aprendizajes que normalmente lo “transforman” y lo llevan a una situación financiera más holgada en el mediano plazo.
Y por ende le permiten mayor estabilidad y seguridad económicas en contraste con la aparente seguridad de una persona que trabaja en relación de dependencia sin demasiados progresos hasta que llega el día fatal en que dicha estabilidad desaparece y su vida colapsa al encontrarse sin trabajo por diferentes razones.
Es importante siempre en temas financieros adoptar una perspectiva de largo plazo.
Y salir del corto placismo que muchas veces puede llevarnos a tomar decisiones equivocadas que luego lamentaremos.
Para reivindicar esta modalidad laboral, cabe aclarar que la relación de dependencia podría servir para cuando una persona inicia su carrera profesional y quiere ganar experiencia en general o en una industria o rubro en particular, pero rara vez es una buena estrategia de caras al largo plazo.
Tiempo por dinero
Ya hablamos en un post anterior sobre el hecho de cambiar nuestro recurso más valioso (el tiempo) por dinero y que esto siempre tiene un “techo” a nuestro crecimiento.
Si escuchamos a Kiyosaki, él nos dice:
“Tu empleo es lo que está impidiendo que te vuelvas rico.”
A su vez, bajo este esquema laboral aceptamos vacaciones normalmente concentradas en el tiempo y luego nos pasamos trabajando todo el resto del año.
Esto me deja pensando sobre cuan “normal” es este comportamiento, que aceptamos mayormente sin cuestionamientos debido a que es lo “habitual”.
Aquí cabe reflexionar si lo habitual es normal…
A algunas personas afortunadamente les gusta su trabajo y se sienten motivadas, pero también hay otras que no disfrutan lo que hacen.
Esto nos lleva a otra reflexión adicional que tiene que ver con la proporción de tiempo que dedicamos a nuestro empleo o trabajo.
Si consideramos los días laborables, podríamos dividir nuestras horas en 3 tercios:
- un tercio para el descanso,
- un tercio para el trabajo,
- y un tercio para el resto de nuestras actividades (compartir en familia y/o amigos, perseguir intereses personales, esparcimiento y distracción, actividad física, etc).
El tercio dedicado a nuestro trabajo debería ser “vitalizante”, en una actividad que nos nutra y desafíe ya que representa una parte muy significativa de nuestra vida.
Cuando esto no ocurre, normalmente produce efectos indeseables y termina perjudicando incluso la “calidad” de los otros dos tercios.
Cuántas veces hemos vuelto a casa luego de jornadas laborales extendidas y difíciles que drenaron nuestra energía y esto nos deja sin ganas de disfrutar de nuestros espacios con la familia o con nosotros mismos…
El concepto de retiro o jubilación
También el concepto de retiro o jubilación que se produce a una cierta edad es otro concepto que habría que revisar, postergamos muchas veces actividades vitales para cuando llegue el retiro (o para los fines de semana).
Actualmente, con los sistemas previsionales alrededor del mundo en crisis, es probable que en el futuro cercano veamos que la edad para jubilarse sea extendida una vez más. (Dejaré este tema para un próximo post).
Cierro la reflexión de hoy con una analogía… que tiene que ver con el ajedrez:
podrás ser el Rey, la Reina, una poderosa Torre, o el ágil Alfil, o tal vez, simplemente un peón, pero el que elige desarrollarse profesionalmente en relación de dependencia durante toda su vida profesional debe saber que siempre será una “pieza” cuando podría optar por ser el “ajedrecista” abriéndose a nuevos aprendizajes y desafíos… 😉
Totalmente! Por «suerte» tomé esta decisión hace ya 10 años y no me arrepiento desde el primer minuto.
Felicitaciones por el post!