[one_half last=»no» spacing=»yes» center_content=»no» hide_on_mobile=»no» background_color=»» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» background_position=»left top» hover_type=»none» link=»» border_position=»all» border_size=»0px» border_color=»» border_style=»» padding=»» margin_top=»» margin_bottom=»» animation_type=»» animation_direction=»» animation_speed=»0.1″ animation_offset=»» class=»» id=»»][imageframe lightbox=»no» gallery_id=»» lightbox_image=»» style_type=»none» hover_type=»none» bordercolor=»» bordersize=»0px» borderradius=»0″ stylecolor=»» align=»none» link=»» linktarget=»_self» animation_type=»0″ animation_direction=»down» animation_speed=»0.1″ animation_offset=»» hide_on_mobile=»no» class=»» id=»»]
Hoy en día, los jóvenes «Generación Y» o «Millennials», adoptan una postura frente a la vida muy diferente al lugar que se suponía el «correcto» para los exponentes de la «Generación X» o «Baby boomers».
Hace un par de años, decidí volver a dar clases en la Universidad. Incluso, dejé alguna materia que daba en Posgrado para liberar mi agenda y poder «bajar» un escalón hasta el nivel de grado.
Debo decir que la experiencia me trajo satisfacciones, ya que, el hecho de tener en el aula mentes jóvenes, no tan «formateadas» por los patrones culturales o laborales (muchos de mis alumnos aun no salieron al mercado laboral) me permitió el contacto con la «inteligencia virgen» y no contaminada de estos jóvenes. Algo muy gratificante.[/fusion_text][/one_half][fullwidth background_color=»» background_image=»» background_parallax=»none» enable_mobile=»no» parallax_speed=»0.3″ background_repeat=»no-repeat» background_position=»left top» video_url=»» video_aspect_ratio=»16:9″ video_webm=»» video_mp4=»» video_ogv=»» video_preview_image=»» overlay_color=»» overlay_opacity=»0.5″ video_mute=»yes» video_loop=»yes» fade=»no» border_size=»0px» border_color=»» border_style=»» padding_top=»20px» padding_bottom=»20px» padding_left=»0px» padding_right=»0px» hundred_percent=»no» equal_height_columns=»no» hide_on_mobile=»no» menu_anchor=»» class=»» id=»»][fusion_text]Sin embargo, también he notado que la dedicación de estos chicos a preparar parciales y exámenes claramente dista bastante de la que teníamos hace unos 20 o 30 años sus padres o tíos. Esto, al principio me disgustaba, no podía entender desde mi perspectiva esa «falta de compromiso»… pero como todo, si uno intenta ponerse en los zapatos del otro, normalmente algún aprendizaje aparece… 🙂
Me di cuenta que lo que muchos de mis alumnos estaban haciendo era simplemente ordenar sus prioridades de modo más efectivo, estaban aplicando la mentada regla del 80/20 o Ley de Paretto. Esta Ley o Principio sostiene que…
El 80% de tus mejores resultados, viene del 20% de tus esfuerzos.
Por ejemplo: el 80% de la facturación de una empresa, viene del 20% de sus clientes. Podría ser 70/30 o incluso 90/10. El hecho es que me di cuenta que, sin saberlo, esos alumnos estaban «gestionando» su dedicación al material de estudio del mismo modo en que yo gestiono la mayor parte de los temas que tengo en agenda… o sea, aplicando el Principio de Paretto… probablemente, en sus primeras 5 o 6 horas de estudio, absorben el 80% de los temas troncales del examen, quizás sin llegar a profundizar en algunos detalles o sin llegar a relacionar del todo los conceptos, pero logran un cierto nivel de entendimiento que les permitirá «aprobar» el examen en cuestión. En contraste, aquellos alumnos que aspiran a «dominar» en profundidad los mismos temas, es decir, que van por la milla extra o que apuntan a sacar un 10 o la máxima nota posible, deberán invertir muuuuucho más tiempo (3, 4 o incluso más veces respecto del invertido por sus compañeros que usan Paretto) para absorber y procesar ese 20% restante.
Alguien podría cuestionar este enfoque, de hecho, yo mismo no tengo claro si este sea el camino recomendable en todos los casos. Creo que dependerá de los objetivos personales que persiga cada quien.
La realidad es que yo mismo, muchas veces, cuando estudio o indago temas que no son troncales a mi formación profesional, sino complementarios, o que tienen que ver con otras dimensiones de aprendizaje, aplico exactamente este enfoque. Por ejemplo, a comienzos de año comencé una serie de talleres de Familia, super interesantes, con una terapeuta excelente, que nos invita permanentemente a la reflexión y nos sugiere interesantes lecturas y material de apoyo para profundizar los temas. Claramente, en mi orden de prioridades, nunca termino barriendo todos los temas, ni profundizando muchos de los conceptos, simplemente, me enfoco en aquellos que me resultan más aplicables a mi situación particular y priorizo mis otras actividades en lo que desde mi óptica resulta ser «una agenda balanceada»… 🙂 es decir, termino aplicando exactamente el mismo criterio que mis alumnos.
Y finalmente, relacionando todo esto con nuestras Finanzas…
¿en donde estaría tu 80/20?
¿Qué cosas o acciones que insumen el 20% de tu energía, esfuerzo o tiempo, producen el 80% de tu progreso financiero?
¿Y respecto a tus patrones de consumo? el 80% de tu satisfacción, probablemente venga del 10% o 20% de tus gastos… ¿cuáles son esas cosas que te dan mayor satisfacción de largo plazo, o que construyen recuerdos «memorables»?
¿Cómo te convendría administrar tus gastos? ¿Tu patrón de gastos hoy en día está optimizado?
¿Cómo te convendría ganar tu dinero? El modo en que actualmente lo estás haciendo, ¿te tiene satisfecho?[/fusion_text][/fullwidth]
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