Aquellos que tenemos la buena fortuna de ser padres, ya nos dimos cuenta del regalo que pueden ser nuestros hijos para nuestro aprendizaje. Sólo es necesario que estemos atentos y les demos el lugar. Nuestros niños no están contaminados por pautas culturales o sociales, y mantienen ese espíritu curioso e inocente ante sus experiencias, tal como podemos apreciar en este pequeño cuento de Salvador Contreras:
Un día como cualquiera, un padre de una familia adinerada llevó a su hijo a un viaje por el campo con el firme propósito que su hijo viera cuan pobre era la gente que vive en el campo.
Estuvieron pasando todo el día y la noche en una granja de una familia campesina muy humilde.
Al concluir el viaje, ya de regreso a casa, el padre le pregunta a su hijo:
Padre: ¿Qué te pareció el viaje?
Hijo: Muy bonito, Papá
Padre: ¿Viste lo pobre que puede ser la gente?
Hijo: Si
Padre: ¿Y qué aprendiste?
Hijo: Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cinco. Nosotros tenemos una piscina larga hasta la mitad del jardín, ellos tienen un arroyo que no tiene fin. Nosotros tenemos lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. Nuestro patio llega hasta la muralla de la casa, el de ellos tiene todo un horizonte. Ellos tienen tiempo para conversar y convivir en familia, tú y mi mamá tienen que trabajar todo el día y casi nunca los veo.
Al terminar el relato, el padre se quedó mudo, y su hijo agregó:
Gracias Papá, por enseñarme lo ricos que podemos llegar a ser!!!
Este pequeño relato pone en perspectiva las cosas importantes de nuestra vida y nos invita a reflexionar sobre el lugar que asignamos en nuestras prioridades al dinero, al trabajo y a nuestra familia.
Creo que todos podemos reconocer la importancia de disponer de tiempo de calidad con nuestros seres queridos, sin embargo, nos cuesta muchas veces tomar acciones que nos permitan disfrutar de su compañía. Usualmente, estamos muy ocupados persiguiendo una carrera profesional, un sueño laboral, un bono o premio, un incremento en ventas y tantas otras zanahorias que nos inventamos. No pensamos en el costo que pagamos al entregarnos en cuerpo y alma a estas actividades.
Esta fue mi realidad durante muchos años en los que me fui consolidando profesionalmente, robándole tiempo vital a mis afectos. Si bien no me arrepiento del camino recorrido, creo que me sirvió para darme cuenta de lo que pasaba y poder entender a tanta gente que hoy todavía sigue en esa búsqueda. La salida viene de la mano de hacer las correcciones necesarias paulatinamente, poco a poco, hasta que un día te despiertas y estás viviendo la vida que tiempo atrás solo soñabas… 🙂
Deja una respuesta