Ayer posteaba en Facebook una placa de Bon Bosco que refería al uso del dinero:
«El dinero no puede satisfacer el corazón del hombre, sino el buen uso que de él se hace, es esto lo que produce la verdadera satisfacción.»
– Don Bosco
Mi amigo Santi comentaba en Facebook que en el proceso de beatificación de Don Bosco, existieron controversias y algunos detractores que lo criticaban ya que manejaba, como cabeza de la orden salesiana, grandes sumas de dinero. Más allá de la veracidad o no de este hecho, el comentario me llevó a reflexionar sobre el dinero y la espiritualidad y motivó este post.
¿Cuántas veces se considera «malo» al dinero o a la acumulación de riquezas desde la óptica de algunas religiones? Incluso, existen pasajes bíblicos o interpretaciones que se hacen sobre los mismos que muchas veces «alejan» a las personas de la posibilidad de desplegar su potencial financiero.
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja,
a que un rico entre en el reino de Dios.
Si bien existen diferentes interpretaciones sobre a qué se refiere «ojo de una aguja» o sobre la posibilidad de que exista una traducción errónea de este conocido pasaje bíblico, en cualquier caso la interpretación que predomina estigmatiza a la riqueza material y la contrasta con la riqueza espiritual. Como si ambas cosas no fueran compatibles.
¿Qué tipo de realidad financiera tendrá una persona que acepta como válida este interpretación?
Y si alguien que aceptó como verdadera este premisa de incompatibilidad entre la riqueza material y espiritual, llegara a ser rico en el sentido material, ¿podrá sentirse rico en el sentido espiritual?
Afortunadamente, también existen interpretaciones sobre este tipo de pasajes como el que menciono arriba que en realidad apuntan a que no se condena la riqueza ni los bienes en sí mismos, sino a aquellas personas cuyo único interés es acumular bienes y dinero para su propia satisfacción. Bajo esta interpretación, nos referimos a las personas con fortunas cuyo corazón está apegado exclusivamente al dinero, en línea con la frase de Don Bosco.
Más allá de todo esto, ¿qué es la Riqueza?
¿Puede alguien experimentar Riqueza espiritual y a la vez tener una realidad financiera abundante?
Yo sugiero que no existe incompatibilidad, que la Abundancia es nuestro estado natural, que la
Riqueza bien entendida va mucho más allá del dinero. El propósito de Fitness Financiero es ayudar a
mejorar nuestro Bienestar Financiero como un paso necesario, pero no suficiente para experimentar
Bienestar y una Vida Plena. Difícilmente podamos aspirar a desarrollarnos «completos» si prescindimos de
la cuestión material, adoptando una postura indiferente respecto al dinero y al rol que cumple en
nuestras vidas.
La naturaleza es abundante. Las ideas de escasez y carencia responden a un paradigma arraigado en nuestra cultura, que es necesario revisar y desafiar si queremos experimentar real abundancia y paz mental.
Cuando aceptamos el paradigma de escasez, entonces competimos, aparece el miedo y la ansiedad de no tener lo suficiente y esto nos lleva a acumular por las dudas nos falte en el futuro… esto le puede ocurrir a cualquier persona independientemente de su nivel social y la cantidad de dinero o patrimonio del que disponga. Es una forma de pararse ante la Vida, es una elección (aunque aveces inconsciente).
Pero cuando vemos que la Naturaleza es abundante, podemos incluso reconocer el hecho de que existen recursos finitos y limitados en el planeta, sin embargo, también podemos darnos cuenta que esa cantidad es «suficiente», y a medida que aceptamos este otro paradigma de suficiencia, entonces reconectamos con la abundancia y nuestra vida será más rica y plena. Estamos frente a una elección personal. Se trata del ejercicio tan conocido respecto a ver un vaso que tiene agua exactamente hasta el 50% de su capacidad y reconocer que está «medio lleno» (paradigma de abundancia, actitud mental positiva) o «medio vacío» (paradigma de escasez, actitud mental negativa). La elección que hagamos determinará nuestra emocionalidad y esto, a su vez, genera un círculo virtuoso o vicioso que refuerza ese paradigma que hemos aceptado como válido.
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